El calvario del hombre que sobrevivió al atentado a la AMIA y ahora pide por sus hijos secuestrados en Gaza

Mariano Jasovich

Itzkin Horn tiene la cara curtida por los años vividos. El hombre de 71 años, reside hace 23 en Israel, y ahora atraviesa un problema en sus riñones que lo hace pasar por diálisis tres veces por semana. Sobre su pecho lleva la chapa que pide por la vuelta de los rehenes y usa todo el tiempo la remera con las imágenes de sus hijos Iair y Eitan, secuestrados el pasado 7 de octubre en el kibutz Nir Oz, que fue arrasado en el ataque terrorista de Hamas.

Eso no fue todo, Itzkin, educador y periodista, es un sobreviviente del atentado a la AMIA, ocurrido en Buenos Aires el 18 de julio de 1994. Horn trabajaba en el edificio y esa mañana retrasó unos minutos su llegada y la explosión, ocurrida 9:53, se produjo apenas segundos antes de su llegada. El estruendo encontró al hombre a pocos metros del edificio de Once.

Horn recibió a Infobae en el Foro de Secuestrados y Familias Desaparecidas, que se formó al día siguiente del ataque de Hamas del año pasado. La organización ocupa dos pisos cedidos por una empresa de tecnología israelí en pleno centro de Tel Aviv.

Por los pasillos de las oficinas circula un perro manso y amistoso que no ladra nunca. Steve escapó del kibutz en el que vivía con su dueña, asustado por las alarmas de los ataques de Hamas. El animal fue hallado unos 40 días después en la frontera con Egipto, en pleno desierto de Sinaí. Steve es también un sobreviviente del 7 de octubre y todos los que pasan a su lado no pueden evitar acariciar su lomo.

Horn asegura que venir a las oficinas del Foro le “hace bien”. Es un sitio en el cual hay otras personas que pasan por la misma situación. “Acá hablamos el mismo idioma y nos pasan cosas parecidas a todos los familiares”, resalta el hombre, mientras le hace mimo a Steve que lo mira con ojos de perro bueno.

Itzkin pasa sus manos por la foto de sus hijos hecha cartel y afirma: “Dejé de dormir desde el día que secuestraron a mis chicos- Apenas dormito, pero no me puedo permitir pensar en otra cosa”.

Horn baja la vista hacia la imagen de Iair y Eitan y agrega: “Como por necesidad. Pero cada vez que tengo frente a mí un plato con alimentos, siento la injusticia de saber que mis hijos están pasando hambre. Lo mismo me sucede cuando me acuesto en la cama y se me viene a la mente que ellos duermen en un suelo de piedra en un túnel oscuro de la Franja de Gaza”.

Nir Oz, el kibutz del sur de Israel más afectado, contaba con una población de 400 personas de las cuales al menos 100 fueron asesinadas o secuestradas. Un 25% de sus habitantes. Entre los capturados está la familia de Shiri Bibas y sus hijos Ariel, de 5 años, y Kfir, un bebé de meses. También, los hermanos Horn, que ese sábado se preparaban para una festividad religiosa cuando comenzó el ataque.

Cuando sonaron las primeras alarmas, los Horn se metieron en el cuarto de seguridad y se comunicaron por teléfono con su papá. “¿Te Olvidaste que en el kibutz los misiles siempre pasan por encima de nuestras casas?”, le preguntó el joven medio en broma como para restarle importancia a los momentos de tensión.

Esa fue la última vez que Itzkin escuchó la voz de uno de sus hijos. Esa frase con cierto tono tranquilo de Iair le repiquetea una y otra vez en la cabeza, mientras trata sin éxito de dormir durante las noches. Un día después, el hombre se iba a enterar que su otro hijo Eitan había ido a visitarlo al kibutz para pasar el feriado de la fiesta religiosa. El padre presintió que algo malo iba a pasar cuando le llegaron las primeras noticias sobre el ataque de Hamas a la comunidad de Nirim. Sabía que el próximo objetivo de los terroristas era Nir Oz, donde vivía Iair.

“Me la pasé todo el día pegado a la TV para ver las noticias sin saber nada de mi hijo. Recién el domingo me enteré por amigos que Eitan también estaba en Nir Oz esa mañana –recuerda con dolor Itzkin-. Ahí me enteré que habían sido capturados por los terroristas de Hamas y llevados a la Franja de Gaza que quedaba a apenas 15 cuadras del kibutz”.

Desde ese fin de semana de octubre, Horn entró en estado de angustia permanente. “El silencio y el no saber nada es insoportable”, explica el hombre.

Recién con la liberación de la primera tanda de mujeres rehenes tras 49 días de cautiverio, Itzkin tudo algún dato. Sus hijos estaban en cautiverio en los túneles de gaza. “Es fue en noviembre. Desde ese momento, otra vez la falta de información fue total. Me aferro a esos datos para seguir viviendo”, sostiene el hombre.

Después del 7 de octubre, Israel cambió. El aeropuerto, las plazas, los árboles y hasta las ventanas de algunos vehículos lucen el rostro de cada una de las 132 personas que aún permanecen secuestradas por Hamas en la Franja de Gaza. Esos retratos son la marca de que el 7 de octubre sigue sucediendo en Medio Oriente. “Muchos hablan de la invasión terrorista en pasado. Pero, la sociedad sigue impactada por el tema. Al menos hasta que vuelvan todos los secuestrados con vida a casa”, sostiene Horn.

“A los familiares nos une un objetivo en común. Queremos que vuelvan nuestros seres queridos con vida. Podemos tener alguna diferencia sobre la mejor estrategia para lograrlo. Algunos piensan que es con un acuerdo con Hamas. Y otros, sienten que es clave avanzar hacia la destrucción total de los terroristas”, explica Itzkin.

La plaza ubicada entre la Biblioteca Nacional de Tel Aviv, el Museo de Arte Moderno, el edificio del Poder Judicial y el imponente Ministerio de Defensa, pasó a llamarse de los Secuestrados desde el primer momento. Es un lugar de encuentro entre los familiares de las víctimas y otros actores de la sociedad civil.

En el lugar, hay instalaciones artísticas que muestran el vacío social que dejó la ausencia todos estos meses de las personas que están de rehén en la Franja. También, hay un túnel que simula en tamaño y sonido los que Hamas construyó en Gaza para esconderse en los combates contra el ejército israelí. Y en todos lados, se ven las fotos de los secuestrados.

En un sector de la plaza, Infobae se encontró con Marcelo Garzón, argentino que vive en Israel desde 1967. El hombre tiene una hija que se salvó de milagro de ser secuestrada el pasado 7 de octubre. La chica, embarazada, y con tres hijos se metió en el cuarto de seguridad en el momento en que los terroristas invadieron Nir Oz esa mañana del horror.

El yerno de Marcelo no tuvo la misma suerte. Dolev Yehoud forma parte del grupo de 132 rehenes que aún quedan en la Franja de Gaza. Minutos después de las seis de la mañana, tanto Dolev como su esposa embarazada y sus tres hijos despertaron por el ruido de un tiroteo.

La situación los llevó a ocultarse en el refugio de su vivienda. Una vez que Dolev se aseguró de que su familia se encontraba a salvo, decidió volver al exterior para brindar primeros auxilios a las personas encargadas de la seguridad del kibutz que resultaron heridas tras el enfrentamiento con los miembros de Hamas.

“Mi yerno fue capturado. A las 8:52 de esa mañana, le mandó el último mensaje a mi hija diciéndole que la quiere mucho. Desde entonces y hasta el día de hoy no tenemos ninguna señal de vida ni señales de cómo está”, expresa Marcelo.

En la actualidad, la chica espera la vuelta de su pareja y mientras tanto cría a sus 4 hijos, uno de ellos nacido luego del secuestro de Dolev. “Mi hija está todo el tiempo con los chicos. Y de a poco les va explicando a los más grande lo que sucedió con su padre”, cuenta Marcelo.

En la Plaza convergen todos los pedidos y protestas sociales. La zona es el eco en el que retumba todo los sentimientos que generó el ataque de Hamas al sur del país. Manuela Rotstein es de Bahía Blanca y vive en Tel Aviv con su familia. Participa de la agrupación Mujeres activan por la paz. “Nos unimos a las familias a cortar calles, gritamos los nombres de los secuestrados, repetimos con ellos ´¡Vivos los queremos!´. Hacemos lo que podemos para evitar que la sociedad se acostumbre, que tome por natural el hecho de que el gobierno ignore a los secuestrados en la búsqueda de un imposible triunfo absoluto contra el Hamas, escribe la activista en un texto al que accedió Infobae.

“Sólo un acuerdo diplomático logrará asegurar la liberación de los rehenes y poner fin a la guerra en Gaza y en la frontera con el Líbano. Con nuestras compañeras, instamos al gobierno a entablar negociaciones con los palestinos basadas en el plan propuesto por la administración estadounidense con Arabia Saudita, los Emiratos, Egipto y Jordania”, propone la mujer en el mismo documento.

Así, cada sábado miles de personas se reúnen en la Plaza de los Secuestrados en pleno Shabbat (día de descanso para la religión judía). Algunos piden avanzar con la ofensiva militar y otros creen en el diálogo como solución. A todos los une un solo grito: “Traelos a casa ahora”.